despedidas de soltera

Para que yo me llame Javier como ahora me llamo fue necesario que mis padres, Eleuterio y Dolores se conociesen. Y eso no fue fácil ya que sus vidas empezaron en lugares muy distintos. Desde el interior de Castilla mis abuelos maternos emigraron al País Vasco y allí es donde nació mi madre. Las dificultades de la guerra interrumpieron su infancia y la arrastraron a través de un exilio de varios meses, por Francia hasta Catalunya y posteriormente de vuelta a casa, a la que ella consideró su casa, Donosti, San Sebastián. Sin apenas formación le tocó trabajar y vaya si lo hizo. Entró como chica para todo en casa de un capitán de la marina.

Mi padre tuvo unos comienzos mucho más simples. Enraizado en uno de los parajes más idílicos de La Rioja, no se vio a sí mismo en ningún otro lugar. Solo la mili lo sacó por un tiempo de aquel entorno natural en el el deporte, el único que se practicaba era el cinegético, la caza. A veces también la pesca. La mili lo llevó a Bilbao.

Y ya podéis imaginar cómo fue su encuentro. Se trató de una rutinaria despedida en barco del capitán a quien servía mi madre. Mientras ella recogía los platos mi padre abandonaba su obligación de vigilar las puertas del camarote y dejaba a sus ojos perseguir los movimientos ágiles y armoniosos con los que mi madre iba y venía desde la cocina al comedor.

Entenderéis que mi despedida de soltero la haya realizado a bordo. Ha sido una experiencia «histórica».
Y por otra parte la organización ha sido impecable.